lunes, 29 de diciembre de 2008

Mejor quitar la música que profanarla

Odio esa tendencia que tienen muchos garitos para intentar echar a la gente del local tras un concierto u otro evento; cambiar radicalmente el estilo musical.
Y es que no se puede estar en un concierto de Habeas Corpus, y que, según acabe la actuación, suene: "Bulería, bulería...".
El resultado es el esperado: el público huye despavorido. De este modo el bar vuelve a quedar vacío para acoger a nueva gente que genere nuevas consumiciones.

Cuando lo que se quiere es cerrar el local tras una ardua jornada de trabajo, se opta por encender las luces a todo trapo y apagar bruscamene la música. Esto me deja patidifusa, descompuesta. Esta técnica desorienta mucho al personal, que abandona el local casi de modo mecánico.
A pesar de todos los aspectos negativos que podemos encontrar los clientes en semejantes prácticas, siempre se preferirá el silencio al cambio de estilo injustificado y perturbador.

Siempre preferiré que me cieguen con los focos y quiten de repente la música, paralizándome en un gesto espontáneo de baile, a que me expulsen del local a fuerza de pinchar a Bustamante o María Isabel.

Y es que algunos somos muy sensibles a estos fenómenos.

La buena música es sagrada.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La niña-lobo

Patético. Ésta es la palabra que, en mi opinión, define al enunciado de esta noticia. Se trata de una niña que padece una enfermedad llamada síndrome de Ambras o Hipertricosis Universal congénita, por la cual le sale gran cantidad de bello en la cara y en la mayoría del cuerpo. No veo normal que llamen así a una niña que no tiene la culpa de padecer dicha enfermedad. Es un titular muy fuerte, un titular que puede tener graves consecuencias. Suponiendo que hay un caso en España, ¿Cómo creen que llamarían a un niño que tenga esa enfermedad? No me parece nada apropiado para una noticia que trata de una enfermedad.

Nuevas generaciones

No hacen más que jugar a esas consolas. Los niños ya no son los de antes, ya no juegan como lo hacíamos nosotros. Con seis años ya saben lo que es WiFi, cosa que yo descubrí con veinte años en la universidad. No se relacionan como lo hacíamos nosotros, se puede decir que estamos en la era de la PSP. Están himnotizados con la pantalla, ni pestañean ni se enteran de lo que pasa a su alrrededor. Además de las consecuencias que pueden traer las consolas, que pueden ser tanto problemas en la vista como a la hora de sociabilizarse, parece que en el sector digital la crisis no se nota. Una consola de estas cuesta unos 160€, a eso hay que sumarle los juegos que quieras comprar. Si es que muchas veces, la crisis llega a donde no tiene que llegar. Cantidad de gente en paro en el sector automovilístico, pero las ventas de ordenadores y consolas no sufren ningún tipo de descenso en las compras.

martes, 16 de diciembre de 2008

Basta con grabarlo todo




¿Para qué asistir a clase a estas alturas, verdad? Teniendo unos magníficos aparatos, ya sean analógicos o digitales, llamados grabadoras...
Y es que últimamente se está poniendo en práctica un método un tanto inusual: dejar la grabadora a un compañero, quien se encarga de encenderla cuando el profesor comienza su discurso y apagarla cuando termina.

La gente ya no pierde el tiempo en ir a clase aún sabiendo que si quiere que le sirva de provecho semejante técnica tendrá que invertir tiempo a posteriori.
Eso sí, viene bien para pillar apuntes con los profesores que hablan atropelladamente. Bueno, así se puede pillar absolutamente todo.
Aunque no sé si es muy lógico. Ya que el tiempo, que es lo que escasea, lo acabas invirtiendo de todos modos.


Me pregunto si los discursos de los profesores tendrán copyright. O si les importaría mucho que, en vez de acudir, todos dejásemos nuestras grabadoras sobre la mesa. “Hola grabadoras, muchas gracias por haber venido a escucharme. Recordad, que eso lo sabéis hacer muy bien, que para la semana que viene tendréis que entregar la práctica número nueve. Cuidaos”.
Oye, algún día, podría venir muy bien.

La lotería: el nuevo opio del pueblo




¡Veinticuatro mil novecientos setenta y nueeeeveeeeee..., tres millones de euuuuuurooooos!

22 de diciembre.

Familias enteras congregadas ante el televisor.
“¡Paco, enciende la radio que van a dar el sorteo del gordo!”.
Algunos hasta comprarán el periódico.

Ilusiones frustradas. Sueños que se desvanecen entre números.
No sé si la esperanza es lo último que se pierde. Pero sí sé que miles de trabajadores jugarán a la lotería estas navidades aferrados a la improbabilidad. No sé si es bonito o es triste.
Porque... 20 euritos que cuesta cada décimo.

La lotería es nociva, en cierto modo, pero, a mi parecer, también tiene un efecto catártico: te depura el sentimiento de pobreza. Permite que el pobre sueñe con una vida que no es la suya, pero que podría llegar a serlo si la puñetera suerte le favoreciese.
Y, golpe a golpe, la mañana del 22 de diciembre devuelve a cada uno a su realidad.

Nos limitamos a sobrevivir en función del dinero que tenemos y del que necesitaríamos para vivir de verdad. Por eso nos dejamos llevar por la esperanza. Ésa misma que quedó sola en la caja de Pandora. Completamente sola. Como el último saliente al que el ser humano podría agarrarse.
(En el spot publicitario del año pasado la esperanza venía a ser representada por un hombre calvo que sopla. Se podría decir que insufla suerte, al arrebatarle el décimo a uno para llevarlo hasta otro. Pero la verdad es que este hombre calvo juega a ser Dios. Y este hombre calvo que domina la rueda de la fortuna no existe).

Marx aludió a que la religión es el opio del pueblo. En estos tiempos (críticos, parece ser) que corren, casi nos acercamos más al formular que la lotería es el opio del pueblo. La lotería y otros muchos juegos que se apoyan en las ilusiones mundanales.
Ya que la gente va más bien poco a misa e invierte mucho en juegos de azar. Y es que Dios no nos soluciona la vida; el dinero, sí.

¡Nos vamos de shopping!

Con la llegada de la Navidad el consumo feroz aumenta, todos queremos recibir regalos y hacerlos como muestra de amor.
El amor y el cariño no se demuestran con un bote de perfume bajo el árbol navideño, pero este no es el tema.
Nos alegramos de que los grandes centros comerciales mantengan sus puertas abiertas durante el puente de la Constitución para que nosotros tengamos la oportunidad de seguir comprando los días festivos. ¡Qué caridad!
Nos encanta dedicar el fin de semana a consumir, y no hay nada mejor que madrugar el sábado, meter a toda la familia en el coche y salir corriendo hacia el Mega Park para encontrar un buen sitio en el parking.
Todo esto viene a causa del fantástico sábado que pasé en IKEA. Madres enloquecidas, niños llorando, padres cabreados, abuelos indispuestos intentando salir del recorrido establecido…
Me pregunto si realmente hay crisis, y si la hay porqué la gente se queja tanto y después se van a pasar su día libre a unos grandes almacenes.
Esto es un problema que no sólo afecta a los hábitos de la población, también hay pequeños comerciantes que salen muy mal parados con esta moda.
Si seguimos así, las ciudades se convertirán en lugares oscuros y solitarios, y las personas dejarán de serlo para convertirse en máquinas consumistas.

¿Con o sin contrato? Da lo mismo

Resulta que en la misma semana dos amigas han sido estafadas por sus jefes. Ambas trabajan en hostelería pero sus casos no tienen nada que ver y a la vez son tan comunes que cualquiera conoce a alguien que haya pasado por lo mismo.
R. fue despedida de su trabajo en un restaurante, no tenía contrato por lo que se enteró de que no tenía trabajo al pasar las semanas sin que le sonara el teléfono. Fue entonces cuando encontró otro restaurante que necesitaba personal pero esta vez el jefe ni se molestó en llamarla para decirle que el puesto que le había prometido ya no era suyo.
M. sí que tenía contrato (de media jornada aunque trabajaba la jornada completa) pero se enteró de que había sido despedida cuando llamó a una compañera y le dijo que no aparecía en los cuadrantes de esa semana y que el jefe le había pedido que le comunicara que no era necesario que volviera.

Esto es formalidad y lo demás son tonterías.

Ahora son tus compañeras de trabajo las que se encargan de despedirte porque al jefe le da reparo enfrentarse, te ofrecen puestos de trabajo que no existen y pierdes tu tiempo esperando a que te llame esa persona con la que te has comprometido.
La palabra hace mucho tiempo que perdió su valor pero ahora ni los contratos impresos en papel son respetados.

Un saludo a todos esos jefes explotadores que tienen conciencia y les avergüenza dar la cara pero que carecen de valentía y respeto para afrontar sus acciones.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Vuelve a casa por Navidad

Llega la Navidad y a todos se no enternece el corazón. Volvemos a casa con toda la ilusión que nos suministran los anuncios de turrones para ver a toda esa familia a la que no aguantas. Claro que eso lo habías olvidado por la euforia navideña que invade todos los puntos de tu cuerpo y lo recuerdas cuando llevas diez minutos en el hogar familiar.
Una gran hipocresía estas fiestas: nos reunimos con la familia a la que no hemos visto desde las navidades pasadas, apadrinamos niños, hacemos regalos por obligación y sin ningún otro motivo…
¿Y qué pasa con aquellas personas que por cualquier circunstancia están solas en estas fechas?
No me imagino la cara de un inmigrante ecuatoriano que tiene a toda su familia en su país y escucha esa canción: Vuelve, a casa vuelve por Navidad.
¡Qué cruel!
Todo este circo da lástima. Son sentimientos creados artificialmente. No nos volvemos más humanos, sino que el hecho de que sólo nos comportemos como personas para celebrar el nacimiento de un personaje que nunca nació nos convierte en seres irracionales y estúpidos.

Felices Fiestas a todos

Un futuro incierto

No sé porqué pero durante esta semana el tema que ronda todas las cabezas pensantes de los “futuros periodistas” es el FUTURO.
Ese futuro para el que nos preparamos, nos formamos y que idealizamos. Todos esperamos ser grandes periodistas, o al menos decentes. Nadie quiere caer en la brutalidad del sensacionalismo, ni ser un mero copista.
¿Qué será de nosotros, hermanos?
Nadie lo sabe, ni siquiera el trabajo duro y el esfuerzo durante toda tu vida y en todos sus ámbitos te garantizan un trabajo con dignidad y además bien remunerado.
Las alternativas son tantas y la gama de trabajos tan variada que en vez de tener más posibilidades para elegir, nos confunde y nos desconcierta de tal modo que la gente prefiere callar y esperar.
A veces es mejor dedicarse más a conocerse a uno mismo y los que le rodean, al ser humano. Perdemos demasiado tiempo en preocuparnos por nuestro futuro, en especializarnos para tener un buen empleo, en prepararnos para ser los mejores. Todo esto para triunfar.
¡Vaya triunfo! Ayer mismo vi una pintada en la puerta del WC de la facultad que decía: Copia, pisa, gana, trepa: Triunfa.
Nuestra noción de éxito laboral no está bien planteada.
¿Qué queréis ser de mayores?
Yo persona y después ya veremos cómo me gano el pan.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El fimamento en venta




¡Sí, han leído bien!
Por el módico precio de setenta euros, más o menos, puede usted bautizar una estrella.
Bueno, quizás la tarifa varíe según el tamaño del astro o la posición que tenga en relación al cinturón de Orión. Yo qué sé.

Puede que la estrafalaria y surrealista idea de vender parcelas lunares haya incentivado este tipo de prácticas basadas en la venta de lo intangible. Qué pocos nos parecemos a nuestros antecesores. En vez de limitarnos a observar y conocer el cielo, lo vendemos.

A una empresa privada se le ocurrió esta grandiosa idea de patentar la venta de las nominaciones de las estrellas. Esto es, hacerse ricos sin producir nada, sin dar trabajo a nadie. Por la cara.

Imaginemos que compramos este “bautismo” y llamamos a una estrella Tomasa. Puede que lo más provechoso que suceda es que algún día, Tomasa, se cruce en la órbita de Júpiter o se sobreponga al signo de Acuario. Entonces nos sentiremos importantísimos cuando los medios se refieran a ella como Tomasa. Y celebraremos: “nosotros la llamamos así”. Esto sí que es invertir el dinero, y no los bonos del estado.


El día más inesperado el Sol se apagará antes de que lo esclavicemos en pro del beneficio privado.

martes, 9 de diciembre de 2008

Cuando las pizarras desaparezcan...


En la era de las pantallas, el pobre encerado ha quedado relegado al polvo del olvido.
Inmersos en un mundo digitalizado, basado en ceros y unos, que tiende a deshumanizarnos.
Es increíble; tenerlo todo tan cerca... y al ser humano tan lejos.

Ya no nos bastan los cinco sentidos para conocer. Precisamos de un sexto: el PC.

Osado el que se atreva a salir a la palestra y, empuñando una tiza, realice una presentación a la antigua usanza, mientras decenas de pares de ojos le escrutan en tan épica hazaña.

Dichoso el maestro que aún cuente con su fiel aliada la pizarra; siempre tan expectante, tan ansiosa de reflejar sabiduría y conocimiento.

Pobres pizarras, pobres libros de biblioteca (pobre de su característico aroma a viejo y a cultura), que quedan supeditados a la diosa Tecnología.

-¿Soporte papel? ¡Qué arcaísmo!

Cómo añoro el cosquilleo ese que sentía el alumno en el estómago cuando el profesor lo llamaba de forma espontánea al encerado. ¡Cuán ardiente era el rubor!
Echo de menos hasta el sucio y polvoriento borrador...


Esperamos ansiosos la incorporación de super ordenadores que hagan las veces de profesores. Bienvenidos a la era de la digitalización.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Prejuicos, prejicios, prejuicios


Nuestra sociedad no deja de influir en nuestra vida cotidiana. Más alla de transmitirnos valores, costumbres y creencias, hacen que nuestras ideas y pensamientos cambien. ya sea frente a la política o religión, están contínuamente bombardeándonos con sus superideales. Sin ir más lejos, resulta que ahora las mujeres compramos los pantalones según la forma que tenemos. A mí, por ejemplo, me tooca la "pera". Estrecha por arriba, ancha por debajo. Y así con todos los aspectos de la vida cotidiana. Nos hacen creer, por ejemplo, que desayunando cereales podemos pesar menos o que con un cinturón que vibra, podemos formar nuestros músculos. Si fuera así, casi todos pesaríamos menos y tendríamos un cuerpo esbelto.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Castañas D Oro

¿Qué sería de nuestras navidades sin él? Ay, pobre castañero! Pasando frío todos los días en el pórtico del pueblo mientras tuesta las castañas. Y es que a quién no le gusta comer castañas en esta época. Vas por la calle con mucho frío. A veces llueve y otras, está nevando. Qué mejor que un paquete de castañas para calentar las manos. Yo las llamaría “Castañas D Oro”. Más allá de que todos se te quedan mirando cómo las comes, tienen un precio altísimo. Supongo que será por que suben cada año con el IPC, pero poco futuro le veo a la profesión de “castañero”. Solo de pensar que siete castañas (¡y no te regalan ni una!) valen 1€... No se a dónde quieren llegar. Más barato me sale hacer palomitas en casa e ir comiéndolas por el camino. Pero bueno, de momento podemos darnos el lujo de comer castañas en navidad, pero ¿Hasta cuándo durará?

Agujero en el bolsillo

Llegan las navidades y con eso, el agujero del bolsillo. No se cómo lo hago, pero en estas fechas tan especiales es como si se descosiera una parte de mi cartera y el dinero desaparece, como por arte de magia. Son unas fiestas muy bonitas en las que hacemos muchos regalos, y para eso nos acordamos del novio/a, de mamá y papá, de mi hermana/o, de su pareja, de mi mejor amigo, de mi mejor amiga, del amigo invisible... Y en el buzón no hay más que revistas de juguettos o ToysRus, los cuales me parecen muy curiosos por que cada juguete viene acompañado de un cuadradito en blanco. ¿Sabían que eso es para que los niños marquen los juguetes que pedirán a los Reyes Magos o al gordito que pasa la noche del 24? Qué vergüenza, con lo caro que es hacer un regalo a un niño pequeño, ni siquiera se molestan en especificar que tienen que elegir sólo uno de esa inmensa cantidad de juguetes. Y los perfumes no dejan de invadir los anuncios de televisión. Lo que está claro es que las navidades son lo que son. Y ya acabo esta entrada por que tengo que elegir lo que me traerá el Olentzero, espero que no sea carbón.

martes, 2 de diciembre de 2008

Los prejuicios de la televisión


Es increíble que un medio de comunicación influya tanto en nuestras ideas y que consciente de su poder nos inculque determinados prejuicios.
Mis compañeras y yo estamos realizando un pseudo-proyecto de investigación sobre inmigración y televisión, ya que nos sorprende que una comunidad con un crecimiento cada vez más notable en nuestra sociedad no sea representada, tanto cualitativa como cuantitativamente, en la televisión.
Además, este medio no sólo no los representa, sino que cada vez que aparecen lo hacen de una manera estereotipada.
Todo esto genera en la sociedad una serie de prejuicios en contra de los inmigrantes a pesar de que los datos oficiales del CIS demuestren que son más los españoles migrados que los extranjeros dentro de territorio español.
La hipocresía llega a límites insospechados, tanto que se ha creado un nuevo concepto para denominar a los racistas actuales. Ya no somos racistas tradicionales, de esos que insultan a los negros y critican abiertamente la cultura islámica (en la mayor parte de los casos con un gran predominio de la ignorancia); sino que ahora existe un racismo simbólico, es decir, los estudiosos del tema han determinado que mayoritariamente se tienen prejuicios y se discrimina al inmigrante pero queda mal hacer declaraciones con marcados tintes racistas.
No se dice pero se siente.
¿Por qué ocurre esto? Porque la televisión nos ofrece valores contradictorios: vemos continuamente latinos violadores, musulmanes terroristas y prostitutas rusas pero después nos cuentan la historieta de la igualdad, de la solidaridad, de la boda de Boris Izaguirre… Y nuestro espíritu crítico se confunde.
¿Espíritu qué?

Llega la Navidad...




...la familia en el hogar, esta nochebuena una vez más... ¿Les suena el cuento?
Llega la época de las hipocresías. Del consumismo exacerbado. De la confusión entre necesidad y lujo.
La farsa por antonomasia del Primer Mundo.

Y es que ya estamos en navidad. Miren hacia arriba y verán las lucecitas en forma de estrella, o los rótulos de Felices Fiestas. Joder, cada año llega antes.
Los supermercados ya están abarrotados de estantes provisionales con mazapanes y turrones. La televisión nos avasalla con anuncios de perfumes, juguetes y demás enseres tan imprescindibles. Los jugueteros se frotan las manos.

Aborrezco esta celebración.

Tiramos electricidad.
Las malditas luces se encienden un mes antes. ¿Para generar un clima acorde con el espíritu navideño? Qué desperdicio tan antiestético.
¡Fabriquemos nieve artificial allá donde no nieve en diciembre...!

Tiramos dinero. Comemos más de la cuenta (los que pueden).
Algunos compramos los langostinos y las gulas un mes antes y las congelamos. Para que no nos coja la subida de precios. La pela es la pela.
El protocolo de los regalitos es también algo un tanto artificial. ¿Con quien existe compromiso de regalo? Solo con la familia (habría que especificar si solo con los familiares cercanos), también con los amigos, con la peluquera... No sé, yo me pierdo. Quiero a mucha gente pero no dispongo de mucha pasta.

Invertimos en lavar nuestras conciencias.
Apadrinamos niños, donamos ropa y comida... ¡Qué altruismo!
Después de dejarnos un dineral en el cotillón y en la cena de Nochevieja, nos sentimos genial comprando lotería de la Cruz Roja.
Los desfavorecidos necesitan ayuda siempre. Pero sólo lo recordamos cuando la televisión se encarga de hacerlo. Cuando nos remueven la conciencia.

No todas las familias pueden estar reunidas en Navidad y desenvolver los regalos bajo el árbol en armonía como en las pelis americanas. Pero no voy a hablar de la americanización de la Navidad porque ese tema me crispa demasiado.

Para muchos padres tiene que ser muy difícil no poder contentar a sus hijos, no poder corresponderles con lo que pedían en su carta. Quitarles la ilusión de la que muchos otros disfrutan, y de la que otros nunca oirán siquiera hablar.

Felices Fiestas a todos.


Por cierto, no os excedáis en vuestras peticiones a los Reyes, que con la llegada de la crisis, ya no son tan magos.
Aqui dejo la referencia de una columna de Lucía Etxebarría en el ADN a propósito del mismo tema: http://www.adn.es/blog/lucia_etxebarria/opinion/20081124/POS-0003-Crisis-crisis.html

Fiebre en las gradas

Supongo que todos habrán asistido alguna vez, ya sea por sus hijos o por sus hermanos, a uno de esos partidillos de fútbol entre alevines.
Estos partidos, normalmente, suelen transcurrir sin ningún altercado. Normalmente. Pero el fútbol genera mucha tensión y, muchas veces, deja en evidencia al ser humano.

Mi amiga Ro me contaba el otro día cómo un partido entre chavales se puede convertir en una competición en toda regla.
Ella acudió con su hermano y su padre a ver jugar a su hermanito en Pradoviejo.

Todo iba bien hasta que un jugador del equipo contrincante empezó a repartir palos por doquier. Obviamente, la gente empezó a quejarse. Se desató la crispación.
Unos decían que “cómo un niño puede ser tan violento”, otros dudaban de si el chico tenía realmente doce años ya que se trataba de un niño negro bastante corpulento. Pero siempre hay un energúmeno. Un adulto que, preso de la cólera, se deje llevar por sus instintos más primarios. Un individuo que tuvo la poca vergüenza de gritar desde las gradas a un niño de doce años: “eh... negro de mier-da”.
Esa gente es la que empuja a cualquiera a la agresividad.

Qué pena. Y es que le ponen más énfasis y empeño a esos partidillos los padres que los propios chavales. Qué bochorno para sus familiares. Y qué mal rato para el chico negro.
Hay que tener en cuenta que, muchas veces, los niños se dejan llevar por el ansia de competitividad que sus entrenadores y padres tanto les han inculcado, haciendo uso de la fuerza. A todos no suena eso de que nos digan “pero tienes que ser el mejor”.

Es una verdadera lástima que este mundo se mueva por ambición y competitividad. Y que esos “valores” sean los primeros que transmitamos a nuestros hijos.


Y nos pisamos por el cielo en la tierra... La vida es perra hay una guerra ahí fuera.

De quién es el error

En la sociedad del bienestar, aunque en época de crisis, cientos de mujeres siguen muriendo a manos de sus parejas o ex parejas. Ayer mismo, una mujer murió por los golpes que le propinó su ex marido en la cabeza a pesar de que éste llevaba una pulsera GPS que le impedía acercarse a ella a menos de dos kilómetros de distancia. La alarma sonó pero no había en ese momento ningún funcionario que oyera la señal de alarma.
¡Qué competencia!
Aún siendo una muerte de lo más cruel, no será un problema olvidarla. Todos los días pasan cosas terribles que no nos quitan el sueño y de las que estamos más que acostumbrados.
Pero, ¿es sólo por eso que esta muerte pasará sin pena ni gloria al olvido de la mente colectiva?
Los medios de comunicación también tienen responsabilidad sobre los temas que ocupan el imaginario colectivo.
El terrorismo de ETA es una de las mayores preocupaciones de la sociedad española pero sus víctimas no alcanzan ni de lejos el número de muertes por violencia de género.
Aquí hay un problema, la publicidad que ofrecen los mass media de cada tema es diferente tanto cuantitativa como cualitativamente.
Aunque la violencia en contra de las mujeres sean casos aislados y no se produzca de una manera organizada, genera más muertes.

Seamos razonables y temamos a lo que realmente nos amenaza.