martes, 18 de noviembre de 2008

A palabras doctas, oídos necios

Puedo entender que en el instituto todos nos hayamos comportado alguna vez como energúmenos parlanchines que impiden a toda costa el curso normal de una clase.
Pero a estas alturas... El tema ya desespera a cualquiera.

Es vergonzoso llegar a la universidad para que no paren de llamarte la atención.
Dios, ese continuo runrún como sonido ambiente crisparía a cualquiera.

Y es que la gente ya no respeta nada. Ni ese silencio protocolario a los que todos nos vemos sometidos alguna vez.

Pero es que la situación se traspasa a cualquier escenario, por importante o extraordinario que sea.
Esta mañana, por ejemplo, en las Jornadas de Prensa celebradas en Euskalduna, había grupitos que no han parado de charlar durante las cinco horas de conferencias.
Cantalapiedra se enfada. Y con razón.
Lo más bochornoso es que hasta el homenajeado, Manuel Alcántara, se ha sentido ofendido y ha interpretado el clima como un aburrimiento general. Y no era así.
Muchos queríamos escuchar, pero como en tantos otros contextos, solo tenemos el derecho de intentar oír, ver y callar.
Luego hay que añadir a todos aquellos que campaban a sus anchas por el auditorio. Entraban y salían espontáneamente, estuviera quien estuviera hablando. Por no hablar del estrepitoso ruido que producían los tacones de algunas asistentes al caminar sobre la tarima. Ensordecedor.
Ah, ya se me olvidaba comentar que, cómo no, ha sonado algún que otro móvil. Bueno, eso son daños colaterales.

Y es que mantener la boca cerrada cuando se nos pide no puede ser tan difícil.
Para algunos es un privilegio poder asistir a la universidad y escuchar a gente sabia y elocuente.

Cuánta estulticia dispersa y cuánta inteligencia desperdiciada...

1 comentario:

Rocio dijo...

Bueno, bueno no es tan dificil, no... pero, ¿quien no ha tenido su dia parlanchín? El mio fue hoy..y ya vez! me toco estar dos horitas en la cafe.