lunes, 17 de noviembre de 2008

El cartero ya no llama dos veces


En estos tiempos que corren para qué enviar cartas o postales... Si tenemos el mundo a nuestro alcance con tan solo hacer clic. Y es que solamente el sello ya vale más que una simple llamada a móvil.
Pero una carta y una llamada nunca transmitirán lo mismo. En primer lugar, porque, como suele decirse, las palabras se las lleva el viento. En cambio, los escritos tienen un carácter no perecedero. Se conservan. Contribuyen al recuerdo. Y, en segundo lugar, porque una conversación vía telefónica no es literatura. Ese “poeta” que todos albergamos dentro suele quedar plasmado en las cartas a modo de sello personal e inconfundible.

¿Y todo lo que se desvanece en aras de la inmediatez? Las emociones no siempre son inmediatas. La frialdad de los mass media nos está alejando a unos de otros. La calle es tan solo un lugar de paso. Solo a veces constituye un punto de encuentro para comunicarse.
El teléfono, la televisión, y ahora la red nos hacen creer que podemos estar al corriente de todo. Solos. En casa. Pero la verdadera vida está ahí fuera.
El mundo virtual nos ha facilitado muchas cosas; nos ha hecho conocer lo que significa de verdad el concepto de comodidad, pero siempre en detrimento de otros factores.

Qué triste tiene que ser la estampa de un Londres navideño donde no se envíen felicitaciones por correo...

Y esa ilusión que hace llegar a casa, abrir el buzón y observar que no sólo te esperan facturas que pagar o panfletos publicitarios que ojear, para tirar casi de inmediato; sino que esta vez has recibido una carta. ¡Qué bonita sensación!

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